- El mal ordenamiento territorial, la propiedad del agua, el envejecimiento del campo, y los cambios de políticas del agro cada cuatro años, son síntomas de todo esto, según Julio Silva Barrera.
En medio de tanta celebración, amor por la Patria y “todo lo nuestro” -como se vocifera con ostentoso criollismo por estos días-, resulta contradictorio escuchar la opinión del mundo rural y campesino sobre cuál es la verdadera situación de la pequeña agricultura y el entorno cultural que la rodea. Julio Silva Barrera, pequeño agricultor de Curacaví, representa a este sector ante las autoridades de la región Metropolitana y tiene muy clara la situación y dónde residen las dificultades.
El menoscabo que deja el ordenamiento territorial
“Es crítica. Desde el punto de vista de la persona del campo, es crítica, porque aquí hay una población muy grande de habitantes, entonces, hay una demanda inmobiliaria importante, hay muchas empresas que están tratando de abarcar y expandirse hacia los terrenos rurales donde se generan los alimentos”, confiesa el pequeño agricultora al dar una primera mirada sobre los problemas que están afectando a la pequeña agricultura familiar campesina de la zona y de la región Metropolitana.
Con la sabiduría propia del hombre de campo, Julio Silva Barrera separa la maleza del trigo y en ese desentrañar nos revela cómo la burocracia, la tecnocracia y los grupos de interés, han puesto a la pequeña agricultura de rodillas. Para demostrarlo, el pequeño agricultor hace una primera parada en los instrumentos de ordenamiento territorial, como son los planos reguladores, y sostiene que: “ahí, uno ve una amenaza importante para la agricultura”, debido a la precaria participación del campesinado en esa construcción de realidad.
“Los planos reguladores se tienen que regir por el Plan Regulador Metropolitano, entonces se piensa un poco distinto en la región grande a como se piensa en las comunas donde uno vive (…), va la gente, participa en la elaboración del plan regulador, pero está enmarcado en algo que lo fijó la Región Metropolitana. Entonces, uno no tiene mucho espacio para soñar tranquilo, está soñando un poco el sueño de otros que están más arriba: Ministerio de la Vivienda, Ministerio de Obras Públicas, otras gentes que están pensando el país completo”, argumenta el agricultor curacavinano.
Sequía y falta de regulación de los derechos de agua
Muy relacionado a lo anterior y al “cambio climático”, el acceso al agua se ha vuelto crítico en las zonas rurales, según don Julio Silva. “La zona central, donde está inserta la Región Metropolitana, ha tenido sequías muy largas, no en todas las comunas es igual, no todos tienen acceso a las aguas de un río, entonces, hay limitantes, no todos tienen regadío por canales, entonces, los pozos, las napas se están yendo. La misma necesidad de la gente de arrancar de Santiago a las parcelas de agrado, entonces, ellos llegan y nadie fiscaliza cómo hacen su pozo, qué profundidad, no le piden permiso a nadie, hacen su pozo no más”.
Con su denuncia el campesino deja en claro la falta de un rol fiscalizador del Estado y en ese mismo acto, una desigualdad evidente respecto del uso y abuso del vital elemento. “Por el lado del agricultor, está en una institución y esa institución tiene normas, entonces, cuando uno quiere postular a algún subsidio de agua o cosa de riego, tiene que tener derecho de agua, pero la persona que viene de afuera, que se instala en un condominio no anda preguntando si tiene derecho de agua. Tiene su plata, llega y hace su pozo, y si llega otro que tiene más plata, hace otro más hondo”, afirma Silva.
De las napas al desvío de las aguas por el negocio inmobiliario
Para el representante del pequeño campesinado ante las autoridades, el argumento de estos parceleros por inmigración desde la ciudad, es bastante relativa, por cuanto el agua que extraen desde las napas no sólo los provee de agua de bebida sino también para otros fines más cercanos al divertimento. “Pueden apelar a que es para consumo humano, pero generalmente uno no ve eso en los condominios, en las parcelas de agrado, porque tienen piscina, una pila de cosas que no sólo es para consumir (agua de bebida). Entonces, eso también es como una amenaza al desempeño del campesino en el territorio”.
Otro aspecto de la incursión inmobiliaria en el suelo rural, ha sido la intervención de los cursos de aguas superficiales, afectando el riego. “Cuando las inmobiliarias vienen a hacer sus cosas tienen que mantener esa agua, llevar para donde está. Entonces, ellos dicen vamos a construir unos tubos de este tamaño y de repente no tienen la capacidad del agua que tiene que correr por ahí. Entonces ahí se producen inundaciones en las poblaciones. Cuando uno vio en las noticias durante el periodo de temporal se vio muy claramente(…), entonces las mitigaciones que hacen las empresas no van acorde con las aguas que tienen que correr por ahí y ahí vienen los problemas porque a la gente le llega menos agua, entonces, (las aguas) se van perdiendo”, resume el pequeño agricultor.
Juventud y lentitud del Estado para reaccionar a las necesidades.
A juicio del representante campesino, la falta de jóvenes que continúen desarrollando la agricultura familiar campesina, es otro factor en contra. “El campo se está envejeciendo, no hay mano de obra, entonces, eso también es preocupante. Cómo uno puede encantar a la juventud nueva para que continúen la labor agrícola, entonces eso lo ve uno como preocupante. Las autoridades tiran sus líneas de trabajo, ven estos problemas, pero de repente los trabajos son lentos: que hay que cambiar alguna ley, que hay que hacer esto o esto otro, entonces, eso como que dilata un poco la situación”, sostiene Julio Silva Barrera.
Íntimamente vinculado a lo anterior, los cambios de administración del ejecutivo cada cuatro años y con ello a las personas a cargo y las políticas que se vienen realizando, tampoco son un aporte a la crisis de la pequeña agricultura. “Yo tengo ese sentir. A veces se hacen cosas buenas, pero los regímenes duran poco, entonces, cuando se cambian los regímenes, en casi todos los organismos, las cabezas dicen: no son de confianza de ese. Entonces, a veces se está actuando bien, pero como llega una mirada un poco distinta, se gira, entonces, no se terminan bien los procesos que se han iniciado y que son buenos”.
El llamado a las autoridades
Para el agricultor de Curacaví debiera haber una mirada distinta en este sentido y lo explica a su manera. “Yo siempre digo, la papa la puede producir un amarillo, un verde, un rojo, pero la papa es la misma, va a tener el mismo sabor y la cazuela va a ser la misma. Entonces, uno también se ve perjudicado por esos avatares: que llegan personas que tienen una visión, no digo que lo quieran hacer mal, pero tienen que revisar si las políticas que se están llevando a cabo, son buenas, continuarlas. Si hay que mejorar otras, se mejoran, pero no llegar así como borrón y cuenta nueva”.
Consultado por su mensaje a quienes deciden algunas de estas variables, Julio Silva los instó a “bajar un poquito al terreno y ver la realidad, vivir un poco la realidad (…) y que le crean a la persona que está en el campo”. “A veces, estos mismos cargos, de *CAR, uno dice: chutas, nos sentimos como arroz porque vamos a acompañar, o vamos a validar algo que otros hicieron, entonces, uno va a poner, sí está bien, pero no lo llaman. Oye, queremos hacer esto, cómo lo ven ustedes, cómo se podría hacer mejor, sino que nos van a compartir una cosa que ellos hicieron y uno tiene que poner ahí la firma. Entonces, eso es también un detalle importante en esta cosa. No queremos ser arroz, queremos ser un poquito más”, dijo el representante de la pequeña agricultura familiar campesina de la zona.
*CAR: “El Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP) tiene en cada región del país una instancia de participación campesina que es fundamental para su funcionamiento: el Consejo Asesor Regional (CAR), mediante el cual se propicia un espacio de diálogo y colaboración entre el servicio del agro y las organizaciones usuarias”.