Por CARLOS DANTE GIULIUCCI ANDUEZA
No hay que confundir Orden Público con el Orden Social. El primero supervigila no se rompan las reglas de la convivencia. En cambio, el otro es de nivel superior, porque se sustenta en un estado de satisfacción de las personas. Y cuando es insatisfactorio, el Orden Social se tensiona y entra en colisión con el Orden Público. El candidato Kast en su propuesta prometió restablecer el Orden Público, para que todo vuelva a la “normalidad”, sin modificar sustancialmente el Orden Social en franca interdicción.
Se ha señalado que en la dictadura, la brecha entre el ingreso mayor y el menor era de unas cinco veces. Ahora, en supuesta plena democracia, esa brecha es de por lo menos quince veces. Y por qué hemos llegado a este estado de cosas, simplemente porque hasta el momento sólo se ha ido el dictador, pero el modelo que impuso a sangre y fuego está casi intacto. Digo casi, porque se le ha aplicado cosmética para remozarlo, pero finalmente, el 18 de octubre de 2019, ya fue imposible tratar de curar la gangrena con un parche curita.
Cuando tenemos un Orden Social equilibrado, se da cuenta de señales claramente positivas, en el sentido de que la mayoría de población se siente que vive un Estado de Bienestar. Cosa que hoy constatamos que por muchos años ha sido al revés. Claro que se podrá afirmar que estos años comparados con los 17 de la dictadura, las expectativas crecientes han encontrado cauce para su concreción. Pero se ha tenido que pagar un precio muy elevado. Teniendo la mayoría de las personas una remuneración escuálida, queda el camino sin retorno del endeudamiento que en muchísimos casos es sobreendeudamiento.
Deviene en un estado de crispación el tener que normalizar una estrechez económica en un sistema que nos invita a consumir, pero en una especie de competencia con una cancha desnivelada. Mientras muchos chilenos viven el día a día haciendo la impopular “bicicleta”, unas pocas familias extienden su poderío en distintos rubros. Una de ellas es propietaria en la minería, pasando por un banco, y siguiendo con un canal de televisión. Nada ha cambiado en comparación con la dictadura la materia económica, que sin duda moldea al Orden Social. Por conclusión entonces, es improbable tener Orden Público con el nivel de saturación de la paciencia de la mayoría de la población.
El presidente electo Gabriel Boric, en su programa de gobierno plantea reformas que van en la dirección de tener un Orden Social que se nutra de un Estado de Satisfacción. Quienes ganan más, paguen mayores impuestos; que el impuesto específico a la bencina no sea sólo gravoso para el consumidor corriente, ya que los empresarios del rodado aparte de tributar con ingresos al ojo, es decir, se presume que gana tal o cual cantidad, se les devuelve ese impuesto hasta en un 80%. Los que más gastan y contaminan son los que menos tributan. Que las pensiones sean decentes para no retroceder a un estado de pobreza; que la atención de salud no discrimine según el bolsillo; que la educación pública vuelva a ser de calidad y gratuita, como lo fue antes de la dictadura. Que la vivienda sea un derecho humano y no un bien económico de consumo.
En fin, muchos factores dibujan la arquitectura de un Estado de Satisfacción, que es la base para el Orden Social. El Orden Público no se verá alterado cuando la sensación y percepción de justicia en todos los ámbitos, se haga carne en la comunidad. Hasta que la dignidad se haga costumbre.